Los tambores de guerra son tambores de hambre

El amor se conquista por el estómago y la guerra se declara en contra de él. Por ejemplo, una forma de darme cuenta que mis padres habían discutido seriamente era cuando la olla permanecía vacía durante días. Digamos que es algo así como una guerra de desgaste: mientras más hambre se pase, los argumentos serán mejor aceptados.

Lástima que no me enseñaron a cocinar del todo para subsistir en la jungla de cucharones y cuchillos, pero al menos sé lo básico como para ayudarme buscando en Internet las recetas que acompañen al arroz blanco. Como reza el dicho, de la necesidad se aprende a subsistir. No queda otra que aprender cosas más sofisticadas para darme el gusto -y el disgusto en mis primeros ensayos-.

Me acuerdo de mi madre cuando me hablaba que su abuela le enseñaba con sumo rigor los secretos de la cocina familiar. «Ahora ya nadie aprende con dedicación lo que es planchar, cocinar, atender a los hijos… como yo lo hacía con tu abuela. Eso era antes, y yo como cojuda tomándole la palabra», lo dijo con una sonrisa amarga, con ese espíritu feminista que la caracteriza cuando da la contra a los estándares machistas, solo que por amor tuvo que doblegarse para besar sin remordimiento a mi padre, un expolicía chapada a la antigua.

Si estoy escribiendo esto ahora es porque muero de hambre. No obstante, me alivia saber que la dura circunstancia se debe en aras de la libertad de la mujer que me trajo al mundo. No debería tenerle riña, por más que sea una víctima del daño colateral de sus decisiones, pero en algún momento imaginé que iba a suceder mi iniciación en la cocina. Además, así creo poder comprenderla mejor. Si ya me está dando flojera cocinarme por un día, ¿cómo habrá hecho ella para soportar esa rutina por más de 25 años? Incluso, tener que soportar las críticas de un señor cuadriculado.

Para bien o para mal, me pondré el mandil a partir de mañana. ¿Te sabes alguna receta sencilla y barata para compartirme? Cualquier ayuda es bienvenida.

Foto: Mattbuck – Wikimedia Commons. Bajo licencia de Creative Commons